Euskalbaba

2006/07/20

Oteiza era de Orio.

Dice así:


Decía Heidegger que decía Sófocles que el humano lleva consigo su propia casa (es upsepolis) aunque carece de casa (es apolis), y que va en todas direcciones (es pantoporos) ya que no tiene lugar alguno que le sea apropiado (es aporos). Sin lugar y sin casa, siempre en marcha hacia la nada, el humano es “lo más inquietante”.
Todo esto está en una de las entradas del blog de Félix de Azúa: Neoexilio del postpátrida. Donde además de dar un poquito coba al señor Juaristi, resume con esa ironía tan propia algunas de las reflexiones que el "poeta e historiador" vasco debe hacer en alguna revista. Vamos, que esta indeterminación de datos -un poco al estilo me ha dicho que dijo que había oído...- es lo de menos. Si alguien necesita "documentar las fuentes" que vaya al río y siga su curso.

A mi lo interesante del asunto me vino por lo que sugiere don Félix que sugiere el señor Juaristi y que ya sabemos todos aquí: sabino no es euskadi.

El caso es que uno -uno cualquiera, y somos todos- nace aquí, se encariña de su casa, de su barrio, de su pueblo, de sus gentes, de su tierra, del frigodedo que se comía de pequeño, de las olas del cantábrico, del verde mar de las montañas, del frío húmedo y de la húmeda frialdad... de su tierra, vamós; que al final es como el pasillo donde aprendiste a andar, como la cocina de amatxo con sus olores o la emoción del sábado en sus sesiones de película en la tele (que, dicho sea de paso, pasaba mucho a Alfredo Landa, a Gracita Morales... y todo ese cúmulo de referentes cinematográficos del españolywood prepostfranquista). Y, aun con todo eso, uno se siente vasco.

O quizás por todo eso. Porque salvo Oteiza, que decía que él nacer podía haber nacido en algún sitio pero que ser era de donde a él se le ponía -y se le puso que de Orio-, el resto es de donde nace. Y un poco de donde quiere. También, sí. En la vida, cuando no es muy corta, uno acaba siendo un collage de lugares y emociones arraigadas. Como raices que se extienden más allá del tallo o del tronco, que aunque es una imagen escasamente novedosa tampoco lo es el sentimiento al territorio. Una cosita más bien sencilla, vamos.

Pero no, aquí la cosa resulta de un complicado que riéte tú de las glosas de Veleia... Para cuando llega la hora del DNI, resulta que en el carneto pone España -por cojones-, y aquí como que lo de "españa" nos lo han dicho siempre con el mismo gesto y la misma carucha de trucha con la que te contaban que los chinos comían perro o que los pigmeos eran pequeños. Con lo fácil que hubiera sido no tener ni DNI, ni ENA, ni la madre que parió al padre. Porque, al final, de eso va el rollo: de la "madre patria": ese travestido disfrazado de banderas, que lo mismo se calza un burka, que usa transparencias.
Total, que así nos va.